Contención Física
¡Holiwi!
Hace ya algún tiempo que tenía ganas de escribiros esta publicación. Una publicación en la que contaros una experiencia que he vivido en el cole y es que este 2022, para mí, ha empezado cargadito (tanto de cosas buenas, como malas, como divertidas y difíciles).
Hoy voy a hablaros de la “Contención física”, quizá no habíais oído hablar nunca de ella o quizá la llamáis de otra forma. El caso es que considero que es un tema del que poco se habla y del que considero que se debería tratar mucho más.
Antes de contaros de qué se trata, quiero dejar bien clara mi postura. No es una técnica o método del que yo sea partidaria y mucho menos si se hace de forma habitual y excesiva. Creo que es una medida extrema que se debe tomar SOLO en aquellos casos en que sea la única forma de evitar la autolesión o la lesión a otras personas, evitando así un “mal mayor”.
¿De qué hablo cuando uso el término “Contención física”?
Estoy hablando de sujetar físicamente a unx alumnx, ejerciendo cierta fuerza, para evitar que haga daño, ya sea a unx mismx o a otra persona. Suele ser durante un momento en el que nuestrx peque está obececadx y es imposible conseguir verbalmente que pare su conducta física. En ese momento el/la adultx no tiene otro remedio que ejercer una “contención física” para frenarlx.
¿Cuándo suele producirse una situación en el cole como para que deba aplicarse la “Contención física”?
Generalmente, no suelen producirse este tipo de situaciones en las aulas y es que es un caso muy excepcional. Es una situación poco agradable para cualquier persona y, sinceramente, espero que no tengáis que llegar a hacer contención física nunca.
Normalmente, esta situación suele darse con alumnxs que tienen dificultades de conducta y/o agresividad y, en casos muy esporádicos, con alumnxs con TEA (cuando una situación de estrés y ansiedad va “in crescendo” y el entorno no favorece la vuelta a la calma).
¿Por qué he decidido hablaros hoy de ello?
Bueno, os cuento… En algún curso anterior, tuve que hacer contención física a algunx de mis peques (siempre con autorización previa de la familia), pero hace dos semanas tuve que hacer una contención en unas circunstancias muy diferentes y quiero hablaros de ello porque creo que es necesario.
Hace dos semanas, celebramos en mi escuela la fiesta de Carnaval. Durante ese día, la maestra PT del centro y yo, tuvimos que sustituir a la tutora de una de las aulas, dado que ese día tenía una cita médica. Mientras estábamos todo el centro en el patio, realizando algunas de las actividades previstas para dicha festividad, uno de los peques del grupo empezó a expresar malestar por la actividad (baile y “desfile” de disfraces con música). En ese momento, le dimos la opción de alejarse un poco del bullicio y, así, poder estar un poco más tranquilo. Hasta aquí todo bien. Un apunte un tanto necesario: el alumno está diagnosticado como TDA-H (no toma medicación) y ha sido descartado de tener TEA (a pesar de los múltiples rasgos que observamos diariamente en la escuela).
Bueno, sigo con la historia… La idea era que el peque pudiera permanecer tranquilo y alejado de la fiesta, pero desde un lugar en el que permaneciera bajo vigilancia de unx adultx (en este caso, dos adultas, la maestra PT y yo). En un momento dado, el niño (perdonad que no diga su nombre, pero debo conservar la protección de datos) decidió marcharse y alejarse aún más. Dado que al alejarse, salía de nuestro campo de visión, la maestra PT se quedó con el resto del grupo y yo me encaminé al encuentro con el niño, pues no podíamos dejar que estuviera solo y sin vigilancia (por mucho que las puertas del cole estén cerradas).
Al llegar a su lado, me lo encontré sentado en un banco de piedra que hay en el otro patio del colegio (apunte importante: el suelo de este patio es de asfalto). Me senté a su lado e intenté convencerle de que volviera a la zona alejada del primer patio, pues así podía ver la fiesta, pero desde un lugar seguro. Nos parecía una pena enorme que se perdiera una fiesta que el niño tanto había ansiado días antes. El niño se puso de pie sobre el banco de piedra y empezó a obcecarse con subir a su aula. Para evitar que se cayera, le cogí de la mano para ayudarle a bajar y le pedí que bajara despacio para no hacerse daño. Se negó y empezó a hacer fuerza para quedarse sobre el banco. Estuve un buen rato intentando negociar con él y calmarlo para que bajara tranquilamente, pero no había forma de que bajara. Dado que cada vez su fuerza era mayor, tuve que empezar a cogerle más fuerte para que no cayera, pues estaba empezando a perder el sentido instintivo de peligro. A pesar de explicarle los posibles riesgos, empezó a hacer fuerza hacia abajo con la cabeza como para “tirarse” del banco (ya que quería bajar para poder ir a clase), pero lo hacía sin mover las piernas por lo que podía caerse de bruces y hacerse una herida enorme en la cabeza. Así que no me quedó más remedio que subirme al banco y “abrazarlo” por la espalda para que no cayera. Mientras esto sucedía, verbalmente iba explicándole que debía dejar de hacer fuerza con la cabeza y mover los pies para bajar. En ese momento, el niño había perdido ya todo rasgo de razonamiento, pues la ira y la rabia del momento, le hacían actuar sin pensar y empezó a ejercer aún más fuerza como si yo le estuviera impidiendo su fin (ir al aula). Lo cual, en ese momento, era así, dado que mi intención en ese momento era evitar, como fuera, que cayera al suelo y se hiciera daño con el banco de piedra o con el suelo de asfalto.
¿Queréis saber qué se me pasaba por la cabeza en ese momento?
Miedo de hacerle daño al tener que hacer fuerza para evitar su caída.
Palabras y más palabras para intentar convencerlo de que dejara de hacer fuerza para poder soltarle y que bajara solo del banco, a pesar de saber que en ese momento las palabras no estaban sirviendo de nada.
Preocupación por crearle una situación traumática al niño en relación a mí y a la escuela.
Ansiedad y un poco de pánico por la posible reacción de la familia al saber la situación.
Nervios por no saber si mi actuación en ese momento estaba siendo la acertada.
Soledad por encontrarme en una situación tan difícil y extrema.
Sin embargo, por fuera, debía mostrar la mayor sensación de tranquilidad que pudiera para intentar transmitirle calma al peque y no incrementar su estado de bloqueo.
Finalmente, el equipo directivo acudió en mi ayuda cuando notaron que algo no estaba funcionando correctamente. Ellos me ayudaron a bajar al niño del banco y, una vez en el suelo, le pudimos soltar para que caminara solo. Al bajarlo, dejó de hacer fuerza con la cabeza y los brazos y empezó a hacer fuerza con las piernas, por lo que ya podíamos dejar de hacer contención física, pues el peligro había sido eliminado.
¿Qué pasó después? Acompañé al niño al aula y allí fue tranquilizándose y, desde la ventana, vio cómo acababa la fiesta. Fue en ese momento cuando el niño, por fin, expresó que la música estaba demasiado fuerte y que no la podía soportar. Al empezar a razonar, hablé con el niño para averiguar si le había hecho daño y le expliqué por qué le había tenido que sujetar. El peque, ahí, entendió la situación y, desde la tranquilidad y la calma, pude explicarle por qué no le podía dejar solo y empezamos a buscar entre los dos la forma positiva de solucionar el problema si se volvía a producir una situación similar.
Después, el peque volvió con el resto del grupo. Fue en ese momento cuando todos los sentimientos que anteriormente había tenido que controlar, afloraron y empecé a llorar y a tener un pequeño ataque de ansiedad. Había hecho tal ejercicio de contención emocional que en el momento en que no estaba con lxs peques salió todo de golpe en forma de lágrimas.
A la salida del colegio, tanto la directora del centro como yo, salimos a hablar con la madre del peque, quien pidió disculpas al ver mi estado de nervios y comprendió perfectamente la situación. De la misma forma, expresó que en su casa también habían tenido que hacer este tipo de contención en alguna ocasión, así como también su preocupación por estas conductas que, ni el psicólogo del peque, sabe explicar.
Al final la historia tuvo un “happy ending”, pero debo decir que es una de las situaciones más duras que he vivido durante los 7 cursos que llevo trabajando como maestra.
¿Y vosotrxs? ¿Habéis tenido que hacer “contención física” alguna vez? ¿Conocíais este término? Os leo 👀
Una vez más, espero que mis experiencias os sirvan como fuente de aprendizaje y conozcáis así un poco más esta profesión tan bonita pero a la vez tan difícil y compleja.
Un saludo,
Tinnkerie
Creo que actuaste muy bien, son cosas que nos toca hacer, y nuestra obligación ciudadana (más siendo educadores) es ayudar en situaciones de peligro. Gracias por compartirlo y visibilizar esta realidad.